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El patinador con más suerte del mundo

¿Existe la suerte? Pocas personas atribuirán la razón de su éxito a la suerte, tan solo se menciona a la mala fortuna en el caso de un fracaso.


Creer en la buena suerte es una actitud ante la vida, un compendio de esfuerzo, constancia, actitud relajada, seguridad personal, actitud positiva y sobretodo de esperanza. Para cualquier meta que te propongas tienes que creer en ella, y apurar tus posibilidades hasta el final. Como decía Henry Ford: “Tanto si piensas que puedes, como si piensas que no puedes, estas en lo cierto”.

Esta es la historia del conocido como “El patinador con más suerte del mundo”, el australiano Steve Bradbury (@SteveBradbury73), el primer campeón olímpico procedente del hemisferio sur en unos Juegos Olímpicos de Invierno.

Nacido en un país de escasa tradición en el patinaje sobre hielo y sin las condiciones adecuadas para el deporte de invierno, Steve consiguió buenos resultados en la prueba de 5.000 metros relevos en los Campeonatos del Mundo en la década de los 90: Oro (Sydney 91), Plata (Guildford 1994) y Bronce (Beijing 1993) y la medalla de Bronce en los JJ.OO de invierno Lillehammer 1994.


Fue entonces cuando se le apareció la suerte, la mala en este caso, en forma de lesiones que truncaron su carrera deportiva. En 1995 un patinador le corto el muslo pasándole por encima, tardando año y medio en recuperarse. No fue hasta 1998 cuando reapareció.


La mala suerte volvió a cebarse con él en el 2000, cuando en una competición, al intentar esquivar a un contrincante, se golpeó con una barrera fracturándose dos vertebras. Tras este incidente tuvieron que colocarle clavos en el cráneo y placas en el pecho y la espalda. Los médicos además le aconsejaron que abandonara el patinaje.


Pero el bueno de Steve, decidió seguir, se recuperó y llego a los JJ.OO de invierno de 2002 en Salt Lake City (EE.UU), con 28 años en el ocaso de su carrera, y aquí es donde sucedieron un suceso de fenómenos inesperados que le convirtieron en campeón olímpico en la prueba de 1.000 metros.


Superó la primera manga sin excesivos problemas, y llegó a los cuartos de final, en una prueba de cuatro participantes donde dos pasaban a las semifinales. Acabó la prueba en tercera posición, pero la descalificación por obstrucción a un rival del canadiense y campeón mundial Marc Gagnon lo clasificó para las semifinales.


Ya en la penúltima ronda, dada su notable inferioridad con respecto a sus rivales, tras consultar con su entrenador, decidió tomar la estrategia de permanecer el último en la prueba y esperar posibles caídas de sus contrincantes, como así sucedió, entrando segundo en la meta y clasificándose para la gran final olímpica.


La final, no te la contaré yo, espero que la veas en el siguiente vídeo:


En entrevistas posteriores, Bradbury reconoció que no fue el patinador más rápido, pero que no tomó la medalla de oro por su prueba final, sino por su trabajo en la última década.

Sin duda alguna, un ejemplo de que mientras tengas unas mínimas esperanzas tienes que seguir luchando por tus objetivos. Solo bajas los brazos y arrojas la toalla, es cuando realmente has perdido.

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